¿Tiene sentido la pluralidad en la era del periodismo de personaje?
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La polarización no se resuelve con más polarización.
Se resuelve con matices.
Se resuelve con visiones equilibradas.
Que tengan un sesgo natural, pero que al menos expresen curiosidad e interés por lo que puede haber más allá de esa visión arraigada.
Hasta ahora la mayoría de las estrategias de contraste de opiniones se ha pretendido resolver con colaboradores que pertenecen al otro extremo ideológico.
Pero aquello en lo único en que deriva es en descalificaciones.
En que se produzca un enfrentamiento entre posiciones predeterminadas antes que en una verdadera confrontación de ideas.
De nada sirve poner a alguien del otro extremo a descalificar lo que se está diciendo en un espacio.
Una aproximación así está destinada al fracaso.
Porque los que lo reciben lo ven como un intruso que ha llegado a ofender.
Y porque el que llega se percibe como un ente ajeno que ha de defenderse en medio de leones dispuestos a atacarlo.
En México, por ejemplo, Ciro Gómez Leyva ha optado por dar espacio a Epigmenio Ibarra como promotor del gobierno en turno.
En Nmás de Televisa se ha dado espacio recurrente a Genaro Lozano para ocupar el mismo rol.
Pero aquello no deriva más que en clips que se hacen virales por contener posturas extremas que acaban mal.
En la supuesta derrota de uno y otro según las propias posturas previas de la audiencia.
Sobre todo en el caso de Epigmenio Ibarra.
Un realizador a sueldo del gobierno de López Obrador.
El problema es más grande de lo que aparenta.
Los algoritmos nos han aislado.
Han provocado, como lo escribía recientemente, que como seres humanos nos resulte cada vez más complejo atrevernos a cambiar de opinión.
A desafiar nuestras propias ideas.
En el Digital News Report del Reuters Institute se advierte que los lectores apuntan a un deseo por ver opiniones más plurales.
Recojo aquí una gráfica del Laboratorio de Periodismo extraída del Digital News Report España para validar que la audiencia asegura esperar más pluralidad que la ofrecida por los medios.
Un 67% expresa una necesidad de pluralidad.
Un 53% asegura estar satisfecha con lo que se le ofrece en los medios.
El contraste de ideas es fundamental para una mejor sociedad.
Pero para que ese contraste fluya se requiere de una apertura intelectual que no existe en la era de los porristas disfrazados de analistas.
El desafío no pasa tanto por juntar a perfiles distintos en un mismo espacio.
Pasa porque estos perfiles dejen de escenificar un papel siempre convencido de lo que afirma para abrir la puerta a razonamientos distintos.
Esa pluralidad deseada en el papel por la audiencia se materializaría como tal si de verdad se produjera argumentación y conversación.
No cuando esas opiniones plurales o aparecen con calzador o pretenden imponer su verdad a partir de gritos impositivos.
La pluralidad en el análisis político es quizás la más problemática de alcanzar.
La futbolerización del análisis político se ha convertido en un show que anula el poder de los argumentos.
Pero más allá de esa temática en la que muchos periodistas y analistas se han convertido en jueces y parte, sí que es necesario que los medios apunten a perfiles distintos para sus espacios de opinión.
Que no todos sean hombres blancos mayores de 40 años.
Que no todas sean mujeres feministas que no conecten con una parte significativa de la audiencia.
Que no haya excesos ni ausencias.
Pero también que no haya imposiciones de agendas personales que rompen con el interés potencial de la audiencia de esa publicación.
Sobre la pluralidad periodística ocurre lo mismo que sobre la pluralidad en el entretenimiento.
Ha de producirse de forma orgánica.
De forma creíble y convincente que de otra manera lo verá como una estrategia forzada para cumplir con la cuota.
Y como pasa en las series y películas, hay casos que destacar.
Pero también muchos casos que en vez de pluralidad se convierten en un show por ver quién grita más fuerte.
Como el de Epigmenio Ibarra con Ciro Gómez Leyva.
O como el de tantos y tantos más que para cualquier cuestionamiento tienen acusaciones de persecución.
A los algoritmos nunca les interesará la pluralidad.
A los medios debe importarles.
El desafío es que lo hagan a partir de la convicción.
Y que ya convencidos, sepan medir esas aportaciones bajo las métricas correctas.
Que no son, para este caso, la de los views generados por el pleito estridente.
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