Sexto informe de Gobierno: AMLO derrotará a los medios hasta el último de sus días
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Doy la bienvenida, mientras tanto, a Flor Mercado y a René Espinoza.
Storybakers:
López Obrador le ha ganado la batalla a los medios.
Lo ha hecho desde su primer día como presidente de México.
Ahí donde Donald Trump se terminó topando con pared cuando los medios decidieron censurar sus dichos por falsedad, López Obrador ha triunfado.
Donald Trump se atribuyó alcances que lo llevaron al borde del colapso cuando instigó la toma violenta del Capitolio.
López Obrador sigue expandiendo esos alcances sin que parezca que su poder tenga fin.
Ni ante los límites expuestos por la ley ni ante las posibilidades de los medios para establecerse a sí mismos límites de convivencia y cobertura con él.
No es que toda la prensa mexicana e internacional sea amiga.
Es que la generación de clics y de views tras su discurso resultó tan atractiva que ni siquiera sus adversarios pudieron escapar de ella.
Los medios fueron el megáfono que López Obrador necesitaba para que su conferencia mañanera estableciera agenda durante todo su sexenio.
Entre más estridentes sus frases, más adictivas para los medios que ni siquiera aprendieron a no convertir sus declaraciones en titulares.
En su sexto y último informe de Gobierno, López Obrador de plano se descaró.
Dijo lo que quiso sin que en la mayoría de los casos hubiera fundamentos.
Aseguró que el sistema de salud mexicano es el mejor del mundo.
Que es incluso mejor que el de Dinamarca.
Y los medios, aunque ya después columnistas o analistas lo desmintieran, se apuraron a convertir esa frase en el gran titular.
En su afán de disfrutar ese gran imán de visitas y relevancia mediática que representa el presidente mexicano, los medios nunca se atrevieron a cuestionarse si el de citar cada dicho de AMLO era lo más responsable.
Lo hicieron no tanto por estar de acuerdo con él como por el entendimiento de que algo les serviría para sus métricas basadas en el alcance.
En la mayoría de los casos, no hubo ni siquiera ejercicios de fact-checking en vivo para validar o desmentir lo que aseguraba el presidente.
AMLO, de acuerdo a un análisis de la consultora Spin, dice en promedio 103 mentiras al día.
Se estima que durante todo su gobierno ha dicho más de 130 mil mentiras.
Pero a veces entre más evidente la mentira, más viral se volvía tanto para él como para los medios.
El tono en que se publicaba, particularmente en videos de creadores o medios más cercanos a la oposición, era de burla.
Pero esas posturas buscando desacreditarlo, paradójicamente, no provocaron más que una mayor cercanía e idolatría por parte de su base más arraigada de fanáticos.
AMLO fue estirando la liga de su narrativa hasta entender en su último informe de gobierno que a estas alturas podía decir lo que quisiera.
Es la realidad de un presidente con una aprobación del 65% en la era del fanatismo.
Del político convertido en su propio medio.
Del político que, como toda marca personal en estos tiempos, no requiere tanto de hechos como del suficiente número de personas que lo sigan aunque la frialdad de los datos cuestione sus logros.
A López Obrador hay que reconocerle que supo leer el contexto bajo el que se moví, tanto el político como el mediático.
Los medios mexicanos nunca encontraron la solución.
Nunca se atrevieron a dejar de ser parte de la maquinaría de comunicación de López Obrador.
Lo más efectivo, por más inédito que hubiera resultado, habría sido ignorar sus excesos.
Dejar de dar protagonismo a las mentiras evidentes y a las frases huecas que no estaban diseñadas más que para deslindarse de los hechos.
Pero los medios ni siquiera se lo plantearon.
Pensaron que no tenía sentido hacerlo dado que todos los demás continuarían dándole difusión.
Pensaron que no dar cobertura a su conferencia mañanera equivaldría a darse un balazo en el pie por lo que representó a nivel métricas.
Y algunos más, los periodistas de manual, ni siquiera se atreven a plantearse que un medio no cubra un evento con participación del presidente en turno.
Muy pronto en su sexenio, quedó claro a los medios que la conferencia matutina de López Obrador no era tanto un ejercicio de información como un show propagandístico.
Y pese a que llevan años despertándose con esa misma conclusión en la cabeza, han cubierto la mañanera como si se tratara de un ejercicio de transparencia y rendición de cuentas.
Los medios han tratado como conferencia de prensa un show unipersonal producido y protagonizado por el presidente de México.
Lo peor es que se plantean volver a hacerlo con el gobierno de Claudia Sheinbaum.
Seis años después, los medios no han aprendido a cubrir la mañanera.
Seis años después, los medios se siguen comiendo enterito el show propagandístico que López Obrador ha disfrazado de conferencia de prensa.
López Obrador pudo más que toda una industria.
Esa industria a la que usó como megáfono, a la que descalificó como villana, y a lo que puso en jaque por el poder que ejerce ante ese 65% que aprueba su sexenio.
Pueden gustar o no las formas de AMLO, pero ha ganado la partida.
Los medios perdieron por goleada.
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