Rusia-Ucrania: El periodismo antes y después de la guerra
Lo que el conflicto significa para el periodismo
Storybakers:
En su intento por acabar con Ucrania, Vladimir Putin ha terminado por despertar a un país con una identidad y orgullo que irá más allá del resultado final de la guerra.
Dice Christian Caryl en el Post que Putin, independientemente de lo que ocurra de aquí en adelante, ya ha perdido la guerra.
Que Ucrania ya tiene una identidad definida, que Ucrania, con los actos de Putin, será siempre más pro-europeo que pro-Rusia, que queriendo acabar con la soberanía e independencia de un país, Putin no ha hecho más que despertar el orgullo de una nación.
En este mismo contexto, el periodismo visto como una necesidad ha vuelto a surgir.
Hoy se habla del heroísmo de los corresponsales de guerra.
De la historia de la periodista española Sol Macaluso que abandona Ucrania para poner a salvo a la hija de su fixer, dejarla en manos de una compañera de su equipo de trabajo, y finalmente volver a zona de guerra.
De los corresponsales que hacen su trabajo aún mientras a sus espaldas se escuchan y se ven los estragos de una guerra.
De los medios que lanzan explicativos para comprender por qué Rusia quiere recuperar Ucrania, y para algunos, volver a ser la URSS.
Del live-blogging con el que los medios han puesto manos a la obra para presentar un producto que pueda competir con Twitter.
Aunque incomode, las tragedias son oportunidades para el periodismo.
Y al periodismo está oportunidad le llega justo cuando más amenazado se ve por fuerzas políticas que han aprovechado el contexto digital para descalificarlo.
Para decir que el periodismo manipula, que el periodismo miente, que el periodismo desinforma.
El periodismo había sido siempre incómodo para el poder.
Pero nunca antes se había dado una coincidencia tan grande del poder político a nivel mundial reconociendo al periodismo como un enemigo común al que había que desacreditar hasta extinguirlo en la percepción de la sociedad.
Pasa en México, pasa en Brasil, pasa en Rusia, pasó en Estados Unidos durante la presidencia de Donald Trump.
Y cuando menos Donald Trump contribuyó sin querer a que el interés por apoyar a los medios se incrementara.
Durante su presidencia la gente entendió que la libertad de expresión estaba bajo fuego, que había que hacer algo porque se conociera más de una visión de los hechos.
Para el negocio del New York Times fue clave que Donald Trump pasara por la Casa Blanca.
Para el periodismo en Estados Unidos fue clave que hubiera una respuesta de los medios que empatizara con la audiencia para que el interés por las noticias se incrementara, para que se acelerará la adquisición de suscriptores y para que la población recordara que los medios siguen jugando un rol relevante en la sociedad.
En la guerra que vivimos los medios a nivel mundial tienen la oportunidad que el periodismo estadounidense tuvo con Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos.
Hoy, como nunca antes, la gente necesita entender por qué ha estallado un conflicto militar como los que parecían haber quedado en el pasado.
Hoy, como nunca antes, la gente necesita entender cómo prepararse para un futuro en el metaverso, con la realidad aumentada y la realidad virtual siendo parte de nuestro mundo, mientras en las calles se escuchan bombas y granadas.
Hoy, como nunca antes, la gente necesita comprender cómo será su persona virtual y cómo poner a salvo a su persona de carne y hueso.
Hoy, como nunca antes, queda claro que esos océanos infinitos de información en que se han convertido las redes sociales representan una oportunidad para que los medios sean los rincones tranquilos de la sociedad.
Es tanto lo que ocurre en las redes que la sociedad está abrumada por la constante ansiedad que le genera discernir entre la realidad y la mentira, entre el hecho consumado y el hecho maquillado.
Y los medios tienen la posibilidad de ser parte del mismo círculo nocivo o salirse de él para no volver nunca más a estar dominados por una inercia que durante años ha diluido el valor de la industria.
En estos días, la mayoría de los medios con aspiraciones de trascender ha tenido cuando menos un momento, una pieza de contenido, en que se olvida de las necesidades del feed y los algoritmos para atender las necesidades de la sociedad.
En días de guerra, los medios comprenden la importancia de consignar el hecho, pero sobre todo de explicar.
En cierto sentido, la angustia que compartimos todos como seres humanos que somos ha hecho que se produzca la conexión que siempre deberíamos buscar entre un medio y la audiencia.
Lo ha hecho provocando gráficos, textos, videos y transmisiones que van a fondo en las razones.
Hoy sabemos por qué Crimea y ahora Ucrania han sido una obsesión rusa.
Sabemos también por qué Putin se siente acorralado ante la OTAN.
Entendemos incluso por qué geográficamente estamos ante un conflicto que puede reordenar el mapa político mundial.
La guerra se ha consignado desde el hecho, pero los medios también se han permitido ir al pasado, conectar el presente y vislumbrar el futuro con sustento e investigación.
Lo que han de hacer los medios el día que cese el fuego, sea en unos días, en un mes o sea en tres años, es seguir explicando, contextualizando y humanizando el periodismo en su relación con la sociedad.
Seguir explicando aunque esa pieza de contenido ya no lleve vidas de por medio.
Seguir contextualizando aunque lo que se escuche de fondo no sean las explosiones de una guerra.
En la normalidad, la labor de los medios tendría que ser semejante al mejor periodismo que hemos visto durante la urgencia.
Pero aún en la guerra, porque nuestra reacción como medios ha distado de ser perfecto, hemos cometido errores que afectan el potencial recuento que hará la sociedad una vez que haya un cese al fuego.
Antena 3 permitió que se le colaran imágenes de un videojuego como supuestas imágenes de un bombardero ruso en Ucrania.
EFE Verifica reportó más de 500 bulos durante los primeros 5 días de guerra, algunos de ellos a la cuenta de medios de comunicación.
La guerra en Ucrania no sólo traerá efectos políticos y sociales en el mapa mundial, también tendría que traer un reacomodo en la relación entre medios de comunicación y redes sociales.
Los medios en su relación con las redes han de monitorear, escuchar y distribuir contenido.
Pero no deben depender de las redes ni contribuir a que un tuit o posteo malintencionado, sin verificación o manipulado se convierta en un arma de viralización masiva.
La guerra, como el coronavirus, tendrá una vieja y una nueva normalidad.
En la vieja normalidad, los medios solían comerse bulos y repartir esos caramelos de viralidad que nos regalan las figuras públicas en sus redes sociales.
En la vieja normalidad, los medios en vez de atender lo verdaderamente importante se concentraban en replicar lo que ya había sido tendencia en redes sociales.
El periodismo es necesario en una guerra, pero también en la cotidianidad.
Toca a los medios que una vez que cese el fuego, las redacciones trabajen por explicar y orientar a la sociedad en todo aquello que le resulte de relevancia.
Los seres humanos estamos llenos de preguntas y de dudas existenciales.
Las redes sociales no han hecho más que ampliar esas dudas y temores.
En su momento se pensó que los medios habían dejado de ser necesarios dado que ahora esas historias las contaba cualquiera en las redes sociales.
En la práctica, esa entrega de la información a cualquiera ha creado un maremoto sin precedentes de desinformación y manipulación.
Allá afuera, en las redes, los gobiernos construyen la historia que quieren.
Allá afuera, en las redes, los políticos crean supuestos medios que no hacen más que atender sus intereses particulares.
Allá afuera, en las redes, la gente se entrega a las métricas con el mismo fervor con el que nosotros como industria nos entregamos al algoritmo.
La guerra de Ucrania puede ser la solución que el periodismo buscaba a la guerra de censura, descalificación y acoso de la que es víctima por parte de los gobernantes.
Para el periodismo, una guerra es la mejor forma de reivindicarse.
El periodismo tiene todo para encontrar una nueva realidad después de la guerra.
Para lograrlo tendrá que primar el periodismo a profundidad sobre las fake news difundidas.
Si estás en una redacción, seguro coincides conmigo: en estos días de guerra tu medio ha hecho mucho de lo que siempre tendría que haber hecho.
Explicar, contextualizar, servir a la sociedad.
El periodismo está ante la gran oportunidad de reinventarse en medio de los misiles y los tanques para cambiar su realidad una vez que lo que más nos agobie como sociedad sea entender si el metaverso será una realidad o sólo una paja mental de Mark Zuckerberg.
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