¿Por qué es necesario el Kindle de los medios?
Se busca a la aplicación que genere la mejor experiencia de lectura
Storybakers:
Hace tiempo que como lector vengo haciendo la pregunta. Dado que ahora a los medios sí les interesa ser leído a diferencia de antes que sólo les interesaba contabilizar la visita, la necesidad de ofrecer una buena experiencia de lectura se hace aún más imperiosa.
“¿Sería útil tener el equivalente a Kindle para el consumo de los medios de comunicación?”, se lo he preguntado a varios de mis invitados en The Coffee y The Coffee Americano. Más allá de sus respuestas, siempre he estado convencido que sí, sobre todo porque lo que se busca de un contenido, como lo expliqué ayer relacionando el consumo informativo con el Personal Knowledge Management, es comprender un tema, interpretar el contexto y, en muchos de los casos, convertir esa información en conocimiento para después crear contenido al respecto.
Durante el apogeo del qué y los breaking news, la lectura era más impulsiva y anecdótica. Las notas podían ser breves, incluir el qué, quién, cómo, cuándo, dónde en apenas unos párrafos, o incluso en un tuit, y con eso era suficiente para los usuarios y para los medios. Pero la saturación y el abrazo al modelo de suscripción ha hecho que ahora abunde la profundidad, el contenido de autor, el texto largo, y por tanto, el foco en la lectura de comprensión de los usuarios, factor que antes ni siquiera pasaba por la cabeza de medios y periodistas.
Cuando leemos en Kindle, por ejemplo, tenemos la capacidad de resaltar textos como cuando usábamos un marcador (confieso que esto último yo nunca lo hice por el daño que suponía al libro). Eso que podemos hacer con los libros, sin embargo, no suele ofrecerse al momento de consumir medios de comunicación. Y entonces aparece un pain point significativo: si no tengo forma de marcar aquello que me resultó interesante, ¿cómo podré repasarlo para que el proceso de aprendizaje se consolide?
Pero incluso hablando de la experiencia en Kindle, de acuerdo a lo que reporta Protocol que están haciendo distintos desarrolladores interesados en extensiones y aplicaciones de lectura posterior, se ha probado el éxito de productos que impulsan un paso adicional al de guardar esas anotaciones para no volver nunca a ellas. Readwise, inicialmente Rekindled, encontró que el simple hecho de tomar aleatoriamente cinco de las anotaciones hechas por un usuario y enviárselas a un correo electrónico terminaba resonando con la audiencia dado que se trata de una forma de dar seguimiento a un flujo que quedó inconcluso.
La oportunidad de mejorar la experiencia de lectura en digital tiene distintas capas, todas o la mayoría con posibilidades evidentes de ser mejoradas. A continuación analizamos varios de los desafíos presentes y futuros para que el consumo de texto no se padezca, se disfrute.
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Problemas en la experiencia de lectura en contenidos digitales
1.- Publicidad invasiva: si el lapso de atención de un ser humano en la actualidad es de 8 segundos y le exiges que ocupe varios de ellos en cerrar los anuncios que le impiden leer el texto, lo más probable es que un usuario o se vaya o aborde esa misión con una incomodidad inicial que puede contaminar el resultado de toda la experiencia.
La lectura en digital, por sus capacidades tecnológicas, es la primera que promovió como válido que un anuncio ocultara información relevante de un contenido aunque fuera por unos cuantos segundos. El periódico y las revistas, por su naturaleza estática, no podían permitirse eso. En los medios, sobre todo cuando en el centro iban los anunciantes antes que los lectores, se llamaba a los usuarios a no quejarse, a entender que si no se les cobraba es porque había anunciantes que sufragaban ese servicio.
2.- Lienzo dinámico: aunque es comprensible que nos queramos permitir jugar con el modo en que contamos historias dado que no hacerlo representaría ignorar todas las posibilidades gráficas y tecnológicas que la actualidad nos presenta, el usuario aprecia la certeza de estar en terreno común al momento de aproximarse a un contenido.
Estructuras homologadas como las de Medium, Substack y el propio Kindle lo demuestran. No son, ni por mucho, grandes desarrollos tecnológicos ni extraordinarios esfuerzos de diseño, pero la simpleza de lo que entregan a ojos del lector permite que el mensaje a su cerebro sea claro: concéntrate en lo que has decidido leer, sin distracciones ni obstáculos.
Más siempre ha sido menos. Y sí, todos disfrutamos el modo en que el New York Times despliega su artículo firmado por más de diez personas respecto a la crisis que vive el Empire State Bulding ante los cambios en los hábitos laborales a partir de la pandemia, pero se trata de casos que por día se pueden contar con los dedos de una mano.
3.- Dispersión de descubrimiento: los medios de antes solían regirse por el consumo al instante. Encendíamos la TV para verla en ese momento, sintonizábamos la radio para escucharla, abríamos la revista para leerla… el descubrimiento estaba sincronizado con el consumo. En digital, no es así. Primero porque la búsqueda no siempre es voluntaria. En redes, por ejemplo, el usuario puede encontrar algo que le resulta de interés sin haber tenido esa intención de búsqueda.
Y dado que no lo estaba buscando, es altamente probable que no pueda consumir esa historia u otras en ese preciso momento. Las soluciones a este respecto son un tanto primitivas, desordenadas o complejas, aquí algunas de las que yo mismo ejecuto y padezco:
a) Me gusta/guardar elementos en Twitter/Linkedin: el usuario navega en redes y encuentra un post que resulta de su interés y lo marca para asegurarse de que podrá consultarlo después. Cuando vuelva con la intención de consumirlo, tendrá que recordar en qué plataforma guardó ese elemento, con qué cuenta (pensemos en quienes tenemos más de un perfil) y qué funcionalidad utilizó (puede que por distracción en ocasiones utilice el like o retuit como atajo para recordar y en otras el guardado de elemento, o puede que incluso considerara ambas alternativas)
b) Guardar y etiquetar en Pocket: el usuario encuentra una historia y la guarda en Pocket, ya sea por vía manual o por medio de las extensiones que Pocket ofrece. Para hacerlo con mayor eficiencia deberá desarrollar su propio sistema de etiquetas, lo que por lo general resulta complejo dado que en contenidos abundan las sutilezas y dado que no siempre recordamos cuál fue la etiqueta previa que utilizamos para un contenido del mismo tipo.
Cuando el usuario llega a Pocket, más allá de que cuenta con la opción cronológica de consultar los contenidos que ha dado de alta, se enfrentará al desorden provocado por la falta de un sistema de etiquetado menos falible que el de un lector que ha de tomar decisiones de acomodo mientras lidia con los problemas de su vida.
c) Mensajeros instantáneos: los usuarios obsesivos de un tema solemos ser parte de distintos grupos en Telegram O WhatsApp que nos entregan información de utilidad. Saber que mientras estamos en el rush del día estaremos recibiendo enlaces a historias que nos importan resulta útil, pero cuando queremos hacer algo con ellos, comenzando por el consumo, podemos llegar a confundirnos entre grupos, no saber el momento en que ese enlace fue compartido y tener que consultar entre todos los mensajes recibidos de ese mismo grupo o incluso no recordar si ese titular que nos llamó la atención se produjo ahí o en cualquier otra de las plataformas que estamos consumiendo.
d) Newsletters: aún siendo el formato más avanzado para efectos de orden, los newsletters son complejos de etiquetar e identificar para su posterior consumo. Pese a lo desarrollado de la búsqueda de Gmail, por citar un ejemplo, es sencillo pretender que recordaremos el nombre de un newsletter para volver a él sin tener que marcarlo como favorito. Horas después descubrimos que no es así, y que nuestro recuerdo es tan impreciso que ni siquiera podemos darle a Google el contexto que necesita para encontrar ese correo.
4) Recomendaciones por medio: la falta de una plataforma que centralice nuestra lectura lleva a que el contenido recomendado que vemos sea de un mismo publisher en vez de que dichas recomendaciones sean temáticas. Así, si pretendo ir a profundidad a un tema mientras consumo un medio, tendré que salir de ahí para buscar otras alternativas que me resulten útiles.
En cierto modo, los enlaces que el propio autor de un contenido haga a piezas de terceros, lo que ocurre sobre todo en los newsletters, contribuye a que ese problema se resuelva, pero mientras no sea una práctica común y se desaproveche el potencial algorítmico, al lector se le seguirán demandando una serie de pasos que la tecnología sí que podría resolver, y que de hecho ya lo hace, sólo que no cuando se trata del consumo de medios de comunicación.
Al momento de leer un libro en Kindle, Amazon se encarga de sugerirte libros relacionados, lo que contribuye a que tú puedas ir más allá en aquello que en este momento está llamando tu atención. En un medio no ocurre así. Las recomendaciones, automatizadas en muchos de los casos, no distinguen parámetros de alto valor como la profundidad de las notas, su valor actual (es decir si ya caducaron o no) o si en realidad es ya una nota que aunque hable de lo mismo no aporta valor dado que esa data se encuentra presente en el artículo que ha sido leído.
5) El texto multiformato: Twitter ha dejado en claro que la lectura de texto puede ser tan modular como una serie de tuits convertidos en hilo. Esos hilos requieren poder convivir con textos que se realizaron bajo una estructura tradicional a modo nota, con newsletters que fueron enviados a la bandeja de correo de un usuario y, en términos generales, con cualquier pieza de contenido que abone a la intención del lector.
El desafío es grande: se busca a una plataforma que agrupe fuentes distintas (medios y creadores), recomendaciones algorítmicas de distintos medios y creadores (no sólo de un mismo publisher), que se convierta en el way to go para marcar contenido a ser consumido posteriormente y que permita consolidar un funnel de conversión de información en conocimiento.
Para algunos, como Ben Springwater y Rob Mckenzie, cofundadores de Matter, el objetivo es convertirse en el Spotify de la lectura. Para mí, como ha quedado claro, el equivalente es Kindle. No por la venta de hardware, o sí, dado que un consumo dirigido, enfocado y decidido vendría bien tanto a lectores sujetos a un sinfín de distracciones como a medios que ahora sí que quieren ser leídos, aunque claro, no les guste la idea de que sus lectores se vayan a otro lugar a consumir sus historias.
¿Qué plataformas compiten por ser el gigante de la experiencia de lectura de medios?
-Pocket: el gigante de las aplicaciones save-for-later. Su efectividad ha sido tan grande que llegó a tener un millón de usuarios por empleado. Hace unos años tenía 20 millones de usuarios registrados, guardando 2 mil millones de artículos en una empresa integrada por apenas 20 trabajadores. Puedes conocerla aquí
-Matter: se encuentra en fase beta por lo que aún se requiere de invitación para poder acceder. Promete ser la aplicación por excelencia para la lectura de newsletters, blogs y artículos.
-Upnext: promueve su producto a partir de una misión: supercharge your daily learning, listening and learning. No sólo incluye la opción de guardar y organizar contenidos, sino también la de seguir todas las publicaciones de autores que sean autoridad en un tópico, además de poder importar la lista de lectura que haya shecho en Pocket.
-Instapaper: propiedad de dos ex ejecutivos de Pinterest. Te llama a 1) guardar el contenido que sea, 2) leer donde quieras, 3) generar anotaciones, guardarlas y compartirlas
-Readwise: inició como una extensión de Chrome y apenas el 8 de septiembre anunció el desarrollo de su propia aplicación para cumplir con el objetivo de mejorar la práctica de la lectura a través del desarrollo de software. ¿Lo conseguirán?
Información a detalle aquí.
¿Cuáles son los principales problemas que padeces como lector? Espero tus comentarios para imaginar cómo debe ser la aplicación definitiva que mejore nuestra experiencia de lectura