La camisa de fuerza de los medios generada por la política
Messi demanda a Logan Paul y KSI; El primer largometraje animado hecho con IA; Morning Brew se convierte en corporación; Nielsen Gauge Report en México; Joe Pompliano llega a Yahoo!;
Storybakers:
Entre más ruidosos menos están con los medios.
La parte de la población que más distante está de los medios suele ser la más viral en redes sociales.
Lo hace Elon Musk convirtiendo a X en su propia plataforma para ventilar que la verdad de los medios no es la verdad de las calles.
Pero lo hacen también los principales promotores del oficialismo en México que no se sienten representados por los medios.
En Estados Unidos, los republicanos hallan el respaldo que no encuentran en los medios en figuras como el propio Elon Musk, Dave Portnoy o hasta con Tucker Carlson en su propia plataforma de streaming.
En México, ya sea por convicción o por mera estrategia política, no paran de afirmar que los medios siempre habían estado alineados al poder hasta que ha llegado la autolllamada cuarta transformación.
Insisten en esa versión desde el oficialismo pese a que han sido evidentes los movimientos de perfiles desde los propios medios para evitar esos señalamientos desde el gobierno.
La percepción empieza a alinearse con la realidad expresada en datos.
En Estados Unidos, la confianza de la población en general hacia los medios va en declive.
Pero ese indicador se ha derrumbado principalmente a partir de los republicanos que hoy más que nunca se alejan del sistema mediático al que apenas unos años atrás se le atribuían enormes cualidades como garante de la libertad y la prosperidad estadounidense.
Si un 36% de los estadounidenses afirma que no confía para nada en los medios, apenas un 12% de los republicanos asegura depositar gran confianza en ellos y en el periodismo que generan.
Para atenuar esa realidad, no ayuda ni el activismo de Elon Musk ni la dinámica diaria de Donald Trump afirmando que los demócratas han encendido la maquinaría mediática para impedir su regreso a La Casa Blanca.
Este post de hace unos días ilustra tanto el pensamiento de Musk como el de millones de republicanos que no compran la narrativa de los medios.
"I'm a big believer in citizen journalism. At first citizen journalism might sound like it's a bunch of amateurs doing journalism, but it's actually way better, because if you have actual experts in the field saying things, actually at the event, LIVE, thats far better information, that's not being filtered through 5 organizations that completely control the news.
El de Musk es un mensaje bien empaquetado.
Trae detrás la típica propaganda del poder para el pueblo.
Del poder para una supuesta mayoría que no debe ceñirse a lo que les dictan unos cuantos.
Pero en el fondo, y es eso lo que más le duele al periodismo, no le falta razón cuando advierte que los expertos en su campo, cubriendo de forma presencial un evento o tendencia, resultan mucho más confiables que el filtro por el que pasa la información en las grandes organizaciones mediáticas.
Lo que no dice es que ese mismo sesgo que se le adjudica a los medios es el que tendrá cualquier marca colectiva o personal en el terreno de la política.
En México ocurre más o menos lo mismo.
Se les mete presión a los medios por lo que defendieron en el pasado.
Se les señala de corruptos en cuanto publican algo que no conviene a ese grupo ruidoso que domina las redes.
Y se evita darles protagonismo cuando los encabezados se alinean con lo que le conviene a ese movimiento político.
En la coyuntura actual mexicana los medios siempre pierden.
Si descubren una inconsistencia o ilegalidad del gobierno, se les acusa de manipular la verdad.
Si se alinean al sistema, esa comunidad fiel, apasionada y viral los deja en visto dado que tienen a sus grandes propagandistas y analistas en las marcas personales que hacen carrera en redes.
Vamos, que ni siendo porristas de la causa, los medios terminan llevándose la atención o el reconocimiento.
Sí, está Fox News en Estados Unidos como estandarte republicano.
Sí, está Sin Embargo en México como ese caso de éxito para un medio en YouTube a partir de la propaganda en torno a Morena, el partido que nos gobierna.
Pero esa base más virulenta de seguidores no está con los medios, ni siquiera con estos que acabo de mencionar, está con las marcas personales convertidas en influencers del movimiento.
Cuando la separación no es ideológica, es por edad.
Ahí también los medios salen desfavorecidos incluso si se elimina el factor político.
Entre más joven la audiencia, menos cree en lo medios.
La confianza va del 43% entre los de 65 años o más, al 26% entre los de 18 a 49 años.
La tormenta parece interminable para los medios.
El camino, como se ha ido demostrando, no pasa por adoptar un perfil más alineado al ruido de las redes sociales.
Tampoco pasa, porque al final la maquinaría política se ha diseñado para ello, por sostener que la campaña en contra de los medios pasa por los deseos de ocultar la verdad.
El camino más certero consiste en atraer el interés de la gente en temáticas que ni polaricen ni estén más vinculadas a las opiniones que a los hechos.
No es coincidencia, por tanto, que desde el Washington Post Will Lewis se plantee invertir en contenido sobre industrias para no depender del breaking news político o social.
No lo es, tampoco, que de forma creciente el New York Times se promueva a sí mismo como una herramienta para satisfacer las necesidades cotidianas de los usuarios antes que como el gran faro de la verdad.
Por un lado, la sociedad afirma que las noticias de los medios no son las que a ella más le interesan.
Que se le da demasiada importancia a la política y a la violencia en vez de concentrarse en lo que de verdad trasciende en las conversaciones.
Por el otro, ante la audiencia en verdad interesada en la política, los medios terminan perdiendo en percepción hasta cuando descubren verdades que no han sido contadas.
A los medios, entendidos en muchos casos como grandes herramientas políticas, les toca moverse de a poco hacia terrenos menos explosivos.
Ahí donde la polarización no impera
Ahí donde quizás no tendrán el mismo poder del que gozaban, pero donde al menos tendrán margen de movimiento para generarse credibilidad, ingresos y un mejor relacionamiento con la audiencia.
Porque lo de ahora entre la sociedad y los medios es una relación tóxica que a quien menos beneficia es a la industria que representan y a los ideales periodísticos que dicen defender.
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