Jeff Bezos se defiende: la gente no cree en los medios
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Storybakers:
Jeff Bezos ha salido a defenderse.
Y según dice, a defender al periodismo.
Mientras que la mayoría piensa que su negativa a publicar el endorsement del Washington Post a favor de Kamala Harris fue un acto de sumisión para proteger su contrato de 3 mil 400 millones de dólares con el gobierno de Estados Unidos vía Blue Origin, él asegura que lo ha hecho como una forma de recuperar la confianza perdida en los medios.
La crítica desde fuera ha sido tanta que Bezos se ha decidido a publicar una editorial en el Washington Post para explicar el porqué de su decisión.
Habla de una dura verdad, incluso el mismo la califica como tal: los estadounidenses no creen en los medios (una tendencia, por cierto, a nivel mundial).
Fortalece su argumento con una gráfica que deja mal parada a la industria.
La desconfianza de la sociedad es tal que, al menos en Estados Unidos, existe más confianza en los congresistas que en los medios, de acuerdo a una encuesta de Gallup.
Dicho de otra manera, se confía más en la clase política que en los medios de comunicación.
Hace enseguida una analogía entre la confianza necesaria en el sistema electoral y la confianza que requieren los medios.
Primero, sitúa la imagen de las casillas electorales y los dos grandes factores que determinan su credibilidad.
Let me give an analogy. Voting machines must meet two requirements. They must count the vote accurately, and people must believe they count the vote accurately. The second requirement is distinct from and just as important as the first.
Habla de percepción y realidad.
De que las voting machines han de funcionar con precisión.
Pero lo que es igual de importante, la gente ha de creer que funcionan con precisión.
Y aborda entonces ese punto para advertir que los medios, independientemente de si actúan con rigor y honestidad, no han logrado que esa sensación se replique en las personas.
Likewise with newspapers. We must be accurate, and we must be believed to be accurate. It’s a bitter pill to swallow, but we are failing on the second requirement. Most people believe the media is biased. Anyone who doesn’t see this is paying scant attention to reality, and those who fight reality lose. Reality is an undefeated champion. It would be easy to blame others for our long and continuing fall in credibility (and, therefore, decline in impact), but a victim mentality will not help. Complaining is not a strategy. We must work harder to control what we can control to increase our credibility.
Asegura, y en este caso la razón parece asistirle, que ningún indeciso fundamenta su voto en el endorsement de un medio.
Que tomar una postura representa la creación de una percepción de sesgo.
Una percepción de no independencia.
Se respalda en Eugene Meyer, publisher del Washington Post de 1933 a 1946, quien tomó una decisión semejante.
Advierte que esta decisión no es suficiente para mover la aguja en la escala de confianza, pero que sí que es un paso decidido.
Que lo único que falló, en su perspectiva, fue el timing en que se hizo.
Que falló, en pocas palabras, la forma mas no el fondo.
Lamenta la coincidencia de que ese mismo día en que se anunció la decisión de terminar con los endorsements, un directivo de alto rango de Blue Origin se reuniera personalmente con Donald Trump.
Asegura que no hay conexión alguna.
Que se trató de una junta que no estaba programada sino hasta unas horas antes.
Reconoce, en lo que podría interpretarse como un argumento para una potencial retirada, que así como el Post le complica las cosas, él le complica las cosas al Post por el constante potencial conflicto de interés.
When it comes to the appearance of conflict, I am not an ideal owner of The Post. Every day, somewhere, some Amazon executive or Blue Origin executive or someone from the other philanthropies and companies I own or invest in is meeting with government officials. I once wrote that The Post is a “complexifier” for me. It is, but it turns out I’m also a complexifier for The Post.
Para finalizar, Bezos adopta una postura desafiante.
Reta a la audiencia a encontrar una prueba inequívoca de que durante sus 11 años como dueño del Washington Post haya interpuesto sus intereses a los del diario.
You can see my wealth and business interests as a bulwark against intimidation, or you can see them as a web of conflicting interests. Only my own principles can tip the balance from one to the other. I assure you that my views here are, in fact, principled, and I believe my track record as owner of The Post since 2013 backs this up. You are of course free to make your own determination, but I challenge you to find one instance in those 11 years where I have prevailed upon anyone at The Post in favor of my own interests. It hasn’t happened.
Cierra, en la que podría ser una coincidencia o una indirecta decidida, argumentando que los medios deben proteger su reputación para no palidecer en protagonismo ante podcasts improvisados y en los que no existe rigor periodístico.
Incluye en el problema de hablarle sólo a las élites al New York Times.
Lack of credibility isn’t unique to The Post. Our brethren newspapers have the same issue. And it’s a problem not only for media, but also for the nation. Many people are turning to off-the-cuff podcasts, inaccurate social media posts and other unverified news sources, which can quickly spread misinformation and deepen divisions. The Washington Post and the New York Times win prizes, but increasingly we talk only to a certain elite. More and more, we talk to ourselves. (It wasn’t always this way — in the 1990s we achieved 80 percent household penetration in the D.C. metro area.)
¿Por qué digo que puede o no ser una coincidencia la referencia a los podcasts?
Porque apenas el viernes Joe Rogan publicó un episodio de dos horas con cincuenta y ocho minutos con Donald Trump.
Sin contar las reproducciones en Spotify, el episodio cuenta con más de 37.1 millones de views en YouTube.
Por mucho, un impacto mayor al que pudiera generar prácticamente cualquier contenido publicado por el Washington Post o por cualquier otro medio.
Digo que puede no ser coincidencia porque repite esa referencia hacia los podcasts en las últimas palabras de su editorial.
While I do not and will not push my personal interest, I will also not allow this paper to stay on autopilot and fade into irrelevance — overtaken by unresearched podcasts and social media barbs — not without a fight. It’s too important. The stakes are too high. Now more than ever the world needs a credible, trusted, independent voice, and where better for that voice to originate than the capital city of the most important country in the world? To win this fight, we will have to exercise new muscles. Some changes will be a return to the past, and some will be new inventions. Criticism will be part and parcel of anything new, of course. This is the way of the world. None of this will be easy, but it will be worth it. I am so grateful to be part of this endeavor. Many of the finest journalists you’ll find anywhere work at The Washington Post, and they work painstakingly every day to get to the truth. They deserve to be believed.
Puede también que no haya sido una referencia específica a Joe Rogan y a Donald Trump.
En distintos medios estadounidenses se ha calificado a este proceso electoral como la elección de los podcasts.
El propio Washington Post publicó un artículo sobre la participación constante de ambos candidatos a la presidencia de Estados Unidos en podcasts.
Kamala Harris, por ejemplo, participó en Call Her Daddy, All the Smoke y el show de Howard Stern.
Sus números están lejos de los obtenidos por Joe Rogan con Donald Trump.
En All the Smoke, la entrevista de más de 47 minutos, alcanza apenas las 663 mil reproducciones cuatro semanas después de haber sido publicado.
Alex Cooper, como si se tratara del endorsement del Washington Post, fue objeto de críticas por una parte de su audiencia que aseguraba que aquello era más bien propaganda.
A Donald Trump, en cambio, todo le ha salido bien en su tour de podcasts.
A los 37 millones de views que registró con Joe Rogan, se suman 14 millones más de su participación con Theo Von.
Como el Washington Post, The Guardian dedica un extenso artículo al poder que los podcasters han tenido en la carrera por llegar a la Casa Blanca.
The New Yorker analiza, a partir de los podcasts en los que han aparecido, el tipo de público al que pretenden atrapar.
Kamala Harris al público femenino.
Donald Trump a los votantes más jóvenes.
La editorial de Bezos puede ser vista desde distintos ángulos.
Como una defensa al periodismo que es más bien un pretexto para justificar el haber antepuesto sus intereses personales.
O como una decisión de negocios bien fundamentada.
Es una realidad que la sociedad no cree en los medios.
Es aún más real que los republicanos creen todavía menos en los medios.
Desde el 2020, de acuerdo al mismo reporte de Gallup, la credibilidad de los medios entre los republicanos ha alcanzado niveles bajos históricos.
Esa gráfica por sí misma validaría la argumentación de Bezos.
Pero al mismo tiempo, si nos apegamos únicamente al negocio, el Washington Post estaría sacrificando la conversación y la influencia que se genera cuando uno toma partido.
En tiempos de redes sociales, los extremos vencen al punto medio.
El equilibrio puede confundirse fácilmente con la tibieza o con la intrascendencia.
Es real, por otro lado, que el Washington Post busca más suscriptores que seguidores.
Le importa más la audiencia propia que lo que pueda generar o no en redes sociales.
Corresponde a cada quién determinar si Bezos y el Washington Post han hecho lo correcto.
Corresponde a cada quién analizar si los medios podrían sobrevivir en el punto medio cuando los creadores se llevan el protagonismo a través de los extremos.
Esos como los de Joe Rogan dándole tres horas de espacio a Donald Trump.
O como Alex Cooper comiéndose el potencial perjuicio de quedar como propagandista al tener a Kamala Harris.
Bezos tiene razón.
Mientras a los creadores se les permite todo, los medios viven bajo sospecha.
Lo hacen cuando publican un endorsement.
Y también cuando no.
Porque si esta vez Trump no tendrá mucho que quejarse del Washington Post, sí que ha salido Kamala a calificar como lamentable la decisión del Washington Post y del LA Times.
A decir que Bezos y Patrick Soon-Shiong no son más que parte del mismo club de los multimillonarios del que forma parte Donald Trump.
Así es el presente de los medios.
Condenados a ser presuntos culpables bajo cualquier circunstancia.
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