Calor humano: la nueva métrica de éxito de los medios
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Nota del autor: Estoy de vuelta en México tras pasar una semana en Bogotá. Gracias a Grupo Diarios de América por invitarme por tercer año consecutivo a su encuentro anual.
Aquí unas imágenes del recuerdo.
Tengo la sospecha de que seguir hablando de algoritmos debilitará cada vez más a los medios.
Que la de hackear a los algoritmos ni es ni será la batalla correcta.
A la tecnología habrá que entenderla como la habíamos entendido hasta antes de los algoritmos y la inteligencia artificial.
Como un recurso que utilizamos para cumplir más fácilmente con nuestra misión.
El estudiante que tuvo acceso a Encarta, esa enciclopedia digital de Microsoft que marcara un parteaguas en la década de los noventa, pudo cumplir con sus labores de investigación más rápido que el que tenía que acudir a los tomos impresos.
E incluso en ese terreno, tenía ventaja el que tenía la enciclopedia en casa contra el que tenía que ir a la biblioteca.
Esos mismos estudiantes se verían superados por el estudiante de hoy.
Ese que cuando no acude a TikTok o a YouTube para recibir un tutorial exprés, confía en el conocimiento colectivo de Wikipedia.
En las clases, para seguir con la misma referencia, el profesor no se preguntaba si la corrección ortográfica que estaba realizando era sobre la escritura del alumno o sobre la corrección que Word le había sugerido.
La inteligencia artificial nos ha puesto sobre alerta de algo que ya venía ocurriendo.
Wikipedia no es tan distinta al Rincón del Vago.
La tecnología ha ido siempre de hacernos más fácil la tarea.
El problema es que la misma tecnología plantea hacernos la vida tan fácil que es posible anticipar que todos podrán hacer lo que nosotros.
Que las barreras de entrada serán cada vez menores.
Hace años que lo vienen siendo.
Hace años que las propias tecnológicas nos vienen adoctrinando para que aquello ocurra.
Ocurre, por ejemplo, con los desafíos de TikTok que nos llevan a hacer lo que el algoritmo quiere.
Ocurre también con la idea de éxito que nos proyecta Instagram para que entonces deseemos esa vida y publiquemos imágenes en consecuencia.
Ocurre con la certeza que tenemos de que asumir una postura extrema hará que encontremos a otros como nosotros.
Y si nos funciona ese punto de vista, sea orgánico o no, ya vendrán otros a montarse a la misma ola.
Somos la sociedad de la repetición.
Somos la sociedad de la imitación.
Somos la sociedad del meme.
Estamos entre la destrucción de las barreras de entrada y la mimetización.
O quizás deberíamos decir la memetización.
Es el resultado de combinar el fuego de la tecnología con la gasolina algorítmica y la ambición humana que vive obsesionada con tener más y más para tener qué postear en ese aparador social que representan las redes sociales.
A los medios, además, esa promesa les ha resultado aún más adictiva.
Si ya de por sí aquellos que brillaban antes de la era digital se consideraban medios masivos de comunicación, cuando les ha llegado el caramelo digital para aparentar ser mucho más han caído sin resistencia.
Hoy ya ni siquiera cabe la idea de la masividad.
Vamos, que incluso MrBeast podría pasarse por algún pueblo sin ser reconocido.
Pero igual los medios siguen enfrascados en la carrera por tener más números que el resto.
En los eventos de medios lo que suele primar es la conversación sobre la relación con las tecnológicas.
Por eso aplaudo que en la reunión de Grupo Diarios de América la temática sí haya incluido sus componentes de calor humano.
De gestación comunitaria.
De atracción y retención.
Porque es ahí donde queda el único resquicio de oportunidad para los medios.
El New York Times en suscripciones es un éxito porque forma parte de la vida de las personas.
Porque tiene millones de usuarios que lo ven como un hábito más que como una incidencia.
Los creadores viven de sus comunidades porque para éstas ellos representan un espacio de distracción, de acompañamiento, de información o de esparcimiento.
The Atlantic y The New Yorker pueden mantenerse con vida porque hay gente dispuesta a estar leyendo por más de cinco minutos.
La prioridad de las redacciones tendría que ser elevar el calor humano que las respalda.
Pasar del frío de la incidencia de la nota informativa al calor que representa escuchar por una, dos o hasta tres horas a la misma persona.
Es como el funnel de conversión pero entendiéndolo como una relación física en la que más allá del interés, se busca el confort, el deseo de estar y de compartir.
En Upload, una serie futurista de Prime Video, se dibuja un futuro en que es posible existir después de la muerte a través de un avatar.
La consecuencia natural de ese escenario, como también lo será en la vida real, pasa por los humanistas que se aferran a que no sea ni la tecnología ni el dinero para pagar o no por esa extensión de vida la que domine el día a día de las personas.
Eso mismo está ocurriendo con el consumo de medios.
A la información, tanto por el exceso de medios y opciones como por la nueva inundación de contenidos generados con inteligencia artificial, se le percibe como parte de esa oferta tecnológica que nos pone determinado medio como resultado ante una búsqueda, pero que en realidad nos podría poner a cualquier otro.
Los humanistas, en cambio, son aquellos que hacen comunidad para convertirse en una pequeña sociedad con sus propias reglas y códigos.
Los creadores, de forma empírica, lo han entendido bien.
Los que triunfan son aquellos que mueven a la gente a sus eventos presenciales.
Los que triunfan son aquellos que logran que la gente quiera vestir lo mismo que ellos.
Los que triunfan no son aquellos que se hacen virales por el extracto de quince segundos de una canción.
A menos claro, que a partir de eso demuestren la capacidad de crear una obra que a esa audiencia alcanzada de verdad le importe.
Los medios se perciben cada vez más distantes de las personas y cada vez más cercanos a la tecnología.
Ese distanciamiento no va solo del medio hacia la audiencia.
Va también del medio hacia la redacción.
Porque son muchos los espacios periodísticos en que a la inteligencia artificial, frente a los ojos de empleados de por sí mal pagados, se le entrena para seguir haciendo el mismo producto pero a menor costo.
Entre más lo consigan más se convertirá en la norma de los otros medios que se montarán a la ola.
Porque somos la sociedad de la repetición.
Porque somos la sociedad del meme.
Y la información se ha convertido en eso.
En un commodity.
En una replica infinita.
En un meme.
Los medios necesitan el calor humano del periodista o grupo de periodistas que se involucran a fondo para crear una historia diferenciada.
Los medios necesitan el calor humano de una audiencia dispuesta, deseosa y habituada a compartir con ellos minutos o hasta horas de su vida.
El objetivo es mayúsculo cuando los medios se han contentado con segundos.
En el futuro no existirá métrica más valiosa para los medios que el calor humano que sean capaces de generar.
Será así como podrán ser relevantes.
De lo contrario, quedarán en el olvido como esos memes que viajan de un lugar a otro sin que tengamos claro quién fue el creador original.
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